"Rafa Guzmán siempre vivió su servicio misionero desde los mismos pilares que Claret marcó en su oración, desde el corazón, como una flecha.
Tenía con Dios un Corazón de Hijo: Su ser Misionero Claretiano por Vocación y Focolar por convicción. Apasionado por el misterio de la Eucaristía, como un niño que adora a su padre.
Tenía consigo mismo un Corazón de Juez. Siempre fue una persona que no dejaba a nadie indiferente, creaba en torno a él amores y tensiones. Con un gran ardor desde una gran auto-exigencia, pero también un gran sufrimiento desde la perspectiva que vivía de Jesús Abandonado. Luchador infatigable por la Unidad en la Iglesia desde el mandato de Jesús.
Y con todos nosotros abría su Corazón de Madre. El ejemplo de María siempre era referencia constante para él y para su misión. Todo desde el corazón. Tanto nos quería que se metía hasta la cocina, y formaba parte de nuestras familias. Por eso no ha sido un simple compañero o amigo, ha sido y es nuestro hermano, tío, abuelo, padre... y por eso nos duele su ausencia como algo propio, que nos ha sido arrebatado de golpe. Porque nos quería con tanta fuerza, y desde la libertad que le daba la fe, que no se callaba (como Claret), y decía lo que sentía, lo que le salía del corazón. Y siempre porque creía que eso nos ayudaría a cumplir la voluntad de Dios. A veces de sopetón, tanto que podía doler. Pero ante ese dolor siempre estaba ahí, atento, cercano, y si era necesario pidiendo perdón desde una humildad fruto de la entrega y el sacrificio continuos al plan de Dios, aunque a veces decía no entender nada."